Desde que nacemos, se desarrolla en todo ser vivo ese impulso por sobrevivir, por vivir, por dar vida.
Impulso que hace que sigamos hacia adelante y que aún sin saber cómo, porqué o de qué manera, nos impulsa en el avance.
Impulso que hace que sigamos hacia adelante y que aún sin saber cómo, porqué o de qué manera, nos impulsa en el avance.
Y esa esencia nativa, puede brotar y crecer en los lugares menos esperados e inhóspitos cuando la actitud ayuda y hace por vivir.
En uno de mis días en los que salgo a "rodar" en la soledad y la tranquilidad que el asfalto y el paraje te transmite, pude comprobar como en lo alto de una pequeña cuneta del arcén, en un campo totalmente llano, seco y vacío, crecía y se mantenía un árbol que, en su soledad, daba la única sombra en el arcén en aquel desierto y árido trayecto en el que no había nada más que el horizonte, el cielo, alguna que otra impetuosa nube, el volar de algún que otro pajarillo y la sequedad terrenal propia del periodo estacional.
Pero ese árbol creció ahí, solo con la ayuda del querer vivir, de permanecer vivo y seguir dando esa pequeña sombra que da cobijo a cualquier caminante o “rodante” que bajo él quisiera descansar.
No necesitaba nada, solo su actitud, sus ganas de vivir, lo que la naturaleza le proporcionaba para sobrevivir y su constancia por persistir.
Y todo el camino de vuelta en mi rodar mañanero, lo hice reflexionando sobre qué podía escribir para dedicarle a ese árbol por esa fortaleza que me demostró ese ser de la naturaleza.
Venía pensando y meditando cómo ensalzar esa actitud y transmitirla para aplicarla a la vida, cuando al llegar y descansar bajo una arboleda, descubrí que había tres árboles juntos.
Uno de ellos totalmente oscuro, básicamente seco con las hojas prácticamente muertas y decaídas y al querer hacer un símil de lo que había visto antes, la vida y la muerte, y mirarlo detenidamente vi como en el interior, entre la frondosidad externa de las hojas secas crecía una pequeña rama verde con hojas sanas llena de vida que hacía por donde crecer para coger la poca luz el sol y demostrar así sus ganas de vivir y de avanzar.
Pese a ser una rama joven y verde y seguramente sentenciada muerte, ya que la base de la que nace es una base enferma, casi muerta diría, pero aún así, ahí está superando al destino, al deseo de vivir y quién sabe, si gracias a esa pequeña rama de la que brotaban unas nuevas hojas verdes, logré sanar ese árbol y lo mantenga con vida a la compañía de los de al lado demostrando así su fuerza y real ganas de vivir.
Que intento transmitir con esto, pues prácticamente lo que ha sido y es, al igual que ese árbol o esa ramita, mi vida, la vida de muchos, en resumen el sentido de la “VIDA”..
Una constante de actitud, lucha y superación por adaptarse, crecer y vivir.
Por ello, espero que esto que hoy aquí os narró os sirva de experiencia para jamás darse por vencido y sacar esa energía extra que todos, aunque no lo creamos, tenemos para ser fuertes y siempre hacer por vivir ya que la mejor forma de comprobar si puedes confiar en ti y tus actitudes es empezando a creerlo, ya que la vida es como es y viene como viene, y si eres de los que se preocupa demasiado, pregúntate si realmente, sirve de algo...
Un saludo.
Un saludo.
Raúl Martínez.